Desde muy chiquita sentí deseos de ayudar, de ser solidaria, de hacer servicio…ayudando a mi mamá en la casa, a mi hermano que se mudaba a vivir solo, a amigas que necesitaban algo …
Mi mamá fue mi gran ejemplo. Ella fue Voluntaria, Dama de Rosa, en el Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez… Durante muchos años, iba los sábados y domingos, y acompañaba a niños que estaban internados. Recuerdo que todas las semanas le preparaba una bolsa con ropa, juguetes o regalitos para que les llevara a los chicos. Me daba felicidad cuando a su regreso me contaba lo contentos que se ponían al recibir los regalos.
Siempre tuve la ilusión de que, si cada una de las personas hacíamos un poquito, dar una ayuda, donar alimentos, regalar ropa, acompañar a gente que lo necesitara, etc. …, era posible que desapareciera el hambre, la pobreza y la soledad … Imaginaba que, si cada uno pudiera donar todos los meses diez pesos, eso se multiplicaría por millones de personas, y ya no habría más necesidades … así que intentaba hacer mi parte con la esperanza de que muchos más tuvieran la misma intención que yo.
Luego de formar mi familia, durante algún tiempo busqué donde poder volcar este deseo y necesidad tan grande por ser útil y poder dar.
Hasta que comenzamos a ir a Amijai en el 2011, a los Shabat. En el 2012 mi hijo más chico celebró su Bar Mitzva …la comunidad comenzó a resultarme bastante familiar … una experiencia nueva en mi vida…conocer otras personas. Y, muy de a poco, algo de la vida comunitaria comenzó a resonar en mí…
En 2014 llegó el Rabino Ale Avruj, recuerdo el primer Shabat… el templo estaba lleno de gente como nunca antes habíamos visto, fue un día increíble, fue la primera vez que sentí que pertenecía a una comunidad, dando la bienvenida a tantísima gente que nunca había venido o que acompañaba a su rabino.
De a poco, fui asistiendo con mayor continuidad a los Shabat, a los almuerzos del Rabino, a algunos talleres, y con mayor participación en algunos eventos, acompañando a mi marido, Gustavo Glazman, que formaba parte de la Comisión Directiva de Amijai, y luego fue presidente.
A los pocos meses, comenzó a funcionar en la Comunidad un Comedor para personas en situación de calle.
Ahí ya estaba yo siendo parte del equipo de voluntarias, yendo todas las semanas, sirviendo un plato de comida, charlando con la gente, repartiendo donaciones, en ese momento coordinadas por Romina, la asistente social de la Comunidad.
Asistían 30 personas aproximadamente todos los días.
Fue una experiencia maravillosa, aprendí mucho, tuve momentos difíciles, donde me involucré demasiado emocionalmente con las personas que venían y sus historias.
El deseo de ayudarlos era tremendo, quería darles todo lo posible… como si fuera tan sencillo cambiarles su triste realidad.
Un gran y doloroso aprendizaje que compartimos junto al resto de las voluntarias.
Luego de 6 meses, el voluntariado ya era una parte muy importante de mi vida, y me sentía muy orgullosa de ello.
Hasta que un día, el Rab Ale Avruj me preguntó si me gustaría organizar un grupo de mujeres voluntarias de la Comunidad.
Obviamente la idea me fascinó, le pedí que me contara sobre qué áreas de la Comunidad quería que estuviera enfocada, y comencé a armar un proyecto de diversas posibilidades para que accionáramos las voluntarias.
Se lo presenté y convocamos a las mujeres de AMJ a una reunión. Asistieron más de 80.
El Rab y el Colo armaron una presentación, basada en el organigrama que yo había confeccionado, y contaron sobre el proyecto, las áreas, las diferentes posibilidades de acción que podríamos desplegar las voluntarias, tanto fuera como dentro de la Comunidad.
¡La propuesta fue exitosa, y más aún cuando el Rab habló del nombre de este equipo… ALMA!!!
Solo sentí paz, agradecimiento, y la certeza de que ALMA llegó para quedarse en mi vida, o, mejor dicho, que ALMA era mi misión de vida.
Y así comenzamos a realizar charlas, talleres, conferencias, trayendo a personalidades convocantes con el único fin de recaudar fondos para ayudar a diferentes instituciones necesitadas.
Se sumaron cada vez más voluntarias, se generaron equipos de trabajo, reuniones, pensando nuevas ideas, creando nuevos proyectos…. Cuantas más éramos, más creatividad, más eficiencia, más apertura a hacer más, para dar más, ampliando nuestra ayuda a más instituciones.
Ser parte de ALMA me dignifica, me enaltece, me eleva espiritualmente, me ayuda a transitar la vida con una mirada de mayor humildad, y más enfocada en lo esencial.
ALMA le dio un sentido trascendental a mi vida.
Y cuando hablo de ALMA, además de la tarea maravillosa y gratificante que realizamos, también hablo de toda la Comunidad Amijai.
Hablo de todas las personas que trabajan allí, hablo del compromiso, calidad y trabajo activo y permanente de todos y cada uno. Del entusiasmo que se respira, del respeto, de la seriedad, profesionalismo y mucho amor puesto en cada tema que se encara.
De la calidad humana, del grupo de voluntarios/as que tanto quiero y que día a día me ayudan a ser una mejor persona.
Siempre dije que ser voluntario es exactamente eso, tener la voluntad de…, que es libertad absoluta, y que solo se puede sentir pertenencia cuando se tiene la posibilidad de colaborar haciendo lo que te gusta, desarrollando tus excelencias, tus talentos… Y así es como se logra sentirse parte de una comunidad, y solo desear ayudar, para poder juntos avanzar, lograr objetivos, cumplir proyectos, ser parte del crecimiento comunitario, y mejorar la calidad de vida de quienes más lo necesitan, con compromiso, amor y dedicación.
¡ALMA llegó a mi vida para quedarse!
ALMA me hace más feliz.
ALMA fue un antes y un después en mi vida.
ALMA comenzó hace 9 años, y pasaron tantas cosas…
Gracias al Rab Ale Avruj y al Colo, por confiar siempre en mí, por acompañarme, y por apoyarme. Agradecimiento infinito.
Gracias a las Comisiones Directivas por el sostén y la contención, y ayuda para avanzar en cada proyecto.
Gracias a todo el maravilloso staff de profesionales, seguridad y maestranza. Siempre dije que todo AMJ es ALMA. Nuestra tarea es posible gracias a todos y cada uno de ellos.
Gracias a mis amigos y compañeros de ALMA, mujeres y hombres de hierro. Me emocionan y me enorgullece ser parte de este equipo. Cada logro es el producto de esta red tan luminosa de corazones nobles que solo tienen la mirada puesta en cómo ayudar a mejorar el mundo.
Gracias a mi marido e hijos maravillosos, que me apoyaron, me dejaron desplegar mis alas y volar para poder cumplir mi propósito de vida, mi misión, con esa ilusión de la niñez, con mis sueños …
¡ALMA ES EL SUEÑO DE UN PROYECTO …Y LA REALIDAD QUE SUPERA LO SOÑADO!
Gracias, gracias, gracias infinitas…
Esmeralda Azulay
Voluntaria ALMA