Viaje a las Colonias Judías de Entre Ríos


Por el RAB ALE AVRUJ

Subir a un barco que viajará meses hacia una tierra desconocida. Llegar sin documentos, ni dinero, ni comida, ni idioma, ni teléfonos, ni siquiera una foto de lo que fue dejado atrás. Nada.

Antes de saber si comerían al día siguiente, levantaron su humilde y hermosa sinagoga para rezar.

Borges escribió en El jardín de los senderos que se bifurcan: “…Todas las cosas le suceden a uno precisamente ahora. Siglos de siglos y sólo en el presente ocurren los hechos; innumerables hombres en el aire, en la tierra y el mar, y todo lo que realmente pasa me pasa a mí”.

Todo aquello que pasó, me pasó también a mí. Yo estuve allí, porque estoy hoy aquí. Escuchar la melodía quebrada de un acordeón. Sentado en las sillas arrumbadas de una sinagoga en medio de un campo en Basabilvaso que apenas se mantiene en pie.

La iluminación es sólo la luz de la tarde que se filtra entre las ventanas. El piso aún es de tierra. Un par de velas usadas hace añares se vuelven a encender sobre el atrio que recuerda todo. El colono que se sentó en ese mismo lugar hace un siglo, sonríe. Y yo lloro y rio su sonrisa. Descubre que un viaje al pasado se puede hacer presente. Entiende que toda su historia se hace regalo, se hace presente, para el futuro.

Rab Ale Avruj

TESTIMONIOS

“Aquí los judíos sembraron trigo, pero cosecharon doctores”.
Don Abraham

“Quizás fue la música, quizás la historia. Quizás fueron las risas, o los mates. Quizás fue aquella mirada cómplice, o la compañía inesperada. Quizás fue un beso, un abrazo. Quizás el contexto o el contraste. Quizás fue el pasado o las raíces compartidas. Quizás el encuentro, las emociones expresadas.  Quizás fueron las palabras o las canciones. Quizás fue la comida. Quizás la sabiduría. Quizás fueron las cálidas recibidas. Quizás los paisajes, o los momentos de contemplación. Quizás el acordeón en el atardecer. Quizás los snacks en el micro. Quizás fue conectar con todos los presentes y con los que ya no están. Quizás sea mi nostalgia, o el amor por la familia. O quizás un poco de todo, y algo más que no sepa expresar en palabras.
Fuera lo que fuera, sea lo que sea, yo me enamoré. Del lugar, del momento y de la compañía. Gracias por la oportunidad, de vivir una vez más, una experiencia mágica y única. Gracias a Amijai, al equipo, a los asistentes, a nuestros hosts, a nuestros antepasados y a la vida, por regalarme un poquito más de bendiciones y amor”.
Sofia Garcea

“La música nos eleva más allá del piso rústico del Templo Rancho. La luz se filtra como pidiendo permiso por las ventanas derruidas. Envuelve nuestra entrada lenta, silenciosa, sensible. Es entonces cuando llegan ellos. Los dueños de casa. Nuestros colonos entran, se nos mezclan, nos invitan a cerrar los ojos y dejarnos llevar al campo, a la tierra nueva, a la promesa hecha presente. Abrir la mirada y vernos todos, meciéndonos al compás del acordeón que interpela el alma. Sabernos entonces parte, compromiso, historia de un enorme y brillante globo blanco…”.
Marina Degtiar

«El viaje a las colonias despertó todos mis sentidos, a la alegría y emoción compartida en comunidad, sintiendo un latido común, historia, experiencias, acercamiento a la transmisión de un legado compartido, y momentos de conmoción profunda, y asombro. La organización perfecta, la música y el acompañamiento espiritual hicieron de este viaje mucho más de lo que se puede transmitir con palabras». ¡Solo Gracias, Gracias, Gracias!».
David y Fernanda

“Una doble sensación. Por un lado, conocer lugares, personajes, y obras de mártires y por el otro, una caricia al alma con un grupo sensacional de personas y una excelente dirección y programación del viaje. En el momento de colocarme los tefilim sentí que mis abuelos estaban a mi lado”.
Salomon Flomin

“En el templo rancho sentí la presencia de mi bobe y mi zeide, ellos ahí rezaban”.
Ester Frauman

“Volver al Shil donde mi amado Zeide Boruj era el jazan, hace 70 años atrás, con nada hizo todo. Hace 45 años yo vivía allí, y ese era mi templo. Hoy con Amijai, de la mano de Avruj, volver a conectar. Para vos, Zeide dónde estés, la emoción y la felicidad. Un viaje de ida…” 
Judy Potap

“Un gaucho judío me dio una mano fantasma para elevarme hasta su carro; muchas caras dejaron sus fotos para susurrarme, dulcemente, “judía”; y almas que bailaban en las historias contadas se acercaron a acariciarme. Un viaje mágico”.
Mónica Koranyi

“Me fortaleció mi orgullo de ser judía al ver todo lo que nuestro pueblo hizo para perpetuar nuestra identidad. Me empezó a latir fuerte el corazón al ver en un museo la misma taza de té que trajo mi bobe al venir de Rusia. Me brotaron las letras de las canciones que no cantaba desde el shule (hace más o menos 60 años). Agradezco a Amijai por permitirme compartir esta experiencia llena de emociones con un excelente grupo humano”.
Marina Fellhandler

“Estuvimos allí, con ellos.
La emoción fue tan profunda que regresé con el alma templada.
Hoy desde aquí, nosotros, comprometidos en honrar su memoria”.
Clara D’Angelo

“Este maravilloso, emotivo e inolvidable acercamiento a los orígenes de la colonización judía en nuestro país tuvo para mí, en lo personal, momentos muy intensos. «Reconocí» las carretas de las que me hablaba mi zeide Moisés, en las que vivía con su familia, (no me puedo imaginar cómo), alimentándose de banana con pan, hasta que finalmente pudieron hacer su rancho…Visité en Domínguez el hospital Dr. Noé Yarcho primer hospital israelita de Sudamérica, (acompañada por Lore) y me paré sobre las mismas baldosas sobre las que, 70 años atrás estuve para la inauguración de una placa que honra a mi bobe Ana Toff de Kaplan y a mi familia materna; estuve en La Capilla, en donde nació mi mamá y en donde vivió hasta terminar su escuela primaria, y estuve en la sinagoga a la que seguro iba ella hasta que se mudaron a la capital. Estuve en las calles de Basavilbaso, en donde nació mi papá, que me contaba que antes de salir a trabajar al campo, de madrugada, para ayudar a mi zeide León, desayunaban un buen pedazo de carne asada, para no perder energías…Y finalmente, les cuento que, entre lágrimas y sonrisas, esa energía que necesitaron nuestros antepasados para vivir es la que sentí y la que traje puesta. ¡Gracias a todo el equipo de Amijai! ¡Gracias a mis compañeros de viaje!”.
Susana Kitzis de Berinstein

“Era una experiencia que nos debíamos desde siempre, visitar las Colonias. Lo sentimos inolvidable, imperdible, enriquecedor, valioso, una vuelta a las raíces, un grupo que nos abrió las puertas, ni un minuto perdido, un descubrimiento a cada paso.
Volvimos con los corazones plenos de emoción.
Gracias.”
Suli y Adolfo Imas

“Toronto – Bs As
Bs As – Las Colonias
Las Colonias – Mi historia
El viaje a las colonias me llevo desde Toronto hacia mi pasado, no solo al de mis ancestros llegados de Rusia, sino a mi propia historia, a mi infancia en un shule de Villa Crespo que ya no está, a mi adolescencia en una comunidad que ya no me pertenece y a mi presente en un país que está a miles de kilómetros de distancia.
Me sume al viaje donde prácticamente no conocía a nadie, con una comunidad donde en estos últimos 2 años solo me había conectado y conocido gente a través de una pantalla.
Durante los 3 días de este viaje lleno de melodías, antiguos sitios, recuerdos y tefilot milenarias, sentí una conexión primero con mi bisabuela Tzena, de quien llevo su nombre, inmigrante como yo 100 años después, al imaginármela sentada en el mismo banco de aquel viejo templo en Novibuco o recién llegada, despojada de toda pertenencia, a un galpón frío y precario, sin tener idea de qué le traería el mañana, pero sabiendo que nunca volvería atrás.
En ese grupo desconocido y por completa sorpresa, encontré alguien de mi infancia con quien compartí la escuela primaria, luego otros con quienes viví mi intensa adolescencia sionista y de hadrajá comunitaria y finalmente encontré vínculos con mi presente en Toronto.
El primer día del viaje nos hicieron escribir qué veníamos a buscar en este viaje: yo, sin pensarlo y sin saber por qué, escribí: “Conexión en COMUNIDAD”.
Un viaje a la historia del pueblo judío, se convirtió en un viaje a mi propia historia, un viaje a mi propio interior y a mi esencia y en ese viaje sentí que las fronteras no existen, que los ladrillos no definen nuestro “lugar” y que podemos “conectarnos en Comunidad”, a través de cualquier tiempo y cualquier distancia. AM Israel JAI”.
Cynthia Morrison

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