De Janij a miembro de Comisión Directiva: crecer en comunidad


Por EZEQUIEL HERSZAGE

¿Cómo se mide el paso del tiempo? Sería ingenuo contestar que con minutos, horas o días. No me refiero al tiempo lineal, sino al tiempo que nos marca como personas.
Hace unos años tuve la suerte de encontrarme con Shimon Pérez y escuchar de su propia boca una frase que tanto lo representa: “Eres tan joven como tus sueños, no tan viejo como tu calendario”; y creo que por ahí está la respuesta que busco.

Conté mi historia muchas veces. Y en cada oportunidad encuentro algún detalle que había obviado la vez anterior, lo cual la vuelve única y novedosa. Y claro, ¡sin olvidar que el público se renueva!

Me acerqué a Amijai a principios del 2001. Recién terminaba la primaria en un colegio angloamericano y arrancaba en la Sede Belgrano de la Escuela Técnica ORT junto con algunos compañeros. Hasta entonces, mi contacto real con lo judío se limitaba a la ceremonia de Bar Mitzva de algún primo lejano en el subsuelo del Seminario Rabínico y a las esporádicas visitas que en Rosh Hashana hacíamos a alguna otra sinagoga para acompañar a mi tío Ángel Z”L dónde era Jazan. Pero por alguna razón, aún desconocida o infundada, un día me desperté con ganas de celebrar mi Bar Mitzva.
Qué extraña la mente humana, si puede atribuírsele a una acción terrenal, que a veces nos lleva a los lugares menos pensados.

Lo primero que encontré al llegar al Seminario, en ese momento Amijai, fueron las caras conocidas de quienes empezaba a cruzarme en los pasillos de ORT. A mis jóvenes 12 años, nada más importante que reconocer a alguien en un lugar tan nuevo. Y luego de ello, comenzó la inmersión absoluta en una realidad paralela, sólo cargada de buenos recuerdos y vivencias inolvidables.

De Talmud Torá preparando la ceremonia de mi Bar Mitzva, a las cenas de Shabat en la Casita de Arribeños -donde todo podía durar tres minutos o media hora, y sólo dependía de nosotros-. De las actividades de los sábados por la tarde, a esperar ansiosamente las vacaciones para viajar al mundo mágico de Majane Amijai. Porque no es sólo un campamento; ahí sí que es donde el cielo es mucho más que azul, donde siempre brilla el sol y el viento susurra una canción. Se me llenan los ojos de lágrimas de emoción al escribir, recordando la capacidad de marcarnos a cada uno de nosotros que tiene esa vivencia. Definitivamente Majane Amijai es tiempo de ser.

Y luego de ser janij disfrutando cada una de las peulot, me tocó pasar del otro lado para ser Madrij, tener un grupo a cargo y pensar cada actividad con la necesidad de transmitir no sólo la emocionalidad sino también la trascendencia en la historia de nuestro Pueblo. Los objetivos tenían que estar claros para cada momento. Escritos y planificados cada semana. QLJ, QLJ, Que Los Janijim puedan, aprendan, disfruten y entiendan. No había improvisación, no había tiempo que perder. El poder de influencia y de llegada que cada Madrij tiene con un niño es tan grande como la responsabilidad que conlleva esa tarea.

Siempre dije que uno de los atributos más lindos de la lengua hebrea es el de la conexión de las palabras con su origen y significado. Será por eso que la raíz en hebreo del propio término nos define indicando que somos -en presente, porque nunca se deja de serlo- los encargados de marcar el camino: en hebreo la palabra MADRIJ / מדריח tiene la misma raíz (שרש) que la palabra DEREJ /דרח , que significa CAMINO.

Pero el tiempo del calendario siguió pasando y con ello los sueños también fueron creciendo. Gracias a una generosa donación a la Comunidad nos mudamos de la Casita de Arribeños al 1200 y el salón del Seminario a nuestro propio espacio en Arribeños al 2300. Recuerdo como si hubiese sido ayer la ceremonia de colocación de la Piedra Fundamental, aún sumergida debajo de la Bima y frente al Haron Hakodesh, la monstruosa obra, la colocación de cada mezuza y por supuesto todo lo que le dio vida al edificio e hizo crecer a Amijai. ¡Esos sí que eran sueños y qué alegría poder cumplirlos!

Hicimos de todo. La biblioteca, la canchita de fútbol, la sinagoga que, transformada en auditorio, nos permitió ser una de las pocas salas alternativas del Teatro Colón durante sus obras de restauración, y permitiéndonos mostrarle a la sociedad el hermoso secreto que escondíamos detrás de los pilotes y el muro de hormigón sobre la vereda.
El camino no termina aún. Los años siguieron pasando, y la logística citadina y la disponibilidad temporal de la adultez -sin importar la edad- suelen atentar contra los propios deseos. Pero hoy con mis dos hijos sigo siendo parte de la Comunidad y como miembro de la Comisión Directiva de Amijai.

Mucho hay escrito sobre el ciclo de vida judío y los ritos de pasaje para cada etapa. Pero estoy seguro de que cada uno de nosotros arma su propio recorrido y su conexión con los lugares, momentos y personas que lo elevan. A lo largo de este tiempo son muchísimos los nombres que formaron parte de esta historia, de mi historia. Y el peso de los sueños es mucho más grande que el de los años.

Volviendo al valor de las palabras y el mandato de los nombres, sé tenemos todos juntos el compromiso y la fuerza de seguir haciéndolo real. Porque en Ami-Jai, Mi Pueblo Vive.

Ezequiel Herszage