Keviat Mezuzot y Hanukat Habait

KEVIAT MEZUZOT
Acto de Colocación de las Mezuzot e Inauguración del Etz Jaím

El lunes 23 de agosto de 2004 se colocaron las mezuzot y se inauguró el Etz Jaím, el Árbol de Vida, ubicado en el jardín que fue diseñado por el artista Clorindo Testa.

HANUKAT HABAIT
Acto de Inauguración del Templo de Amijai
Miércoles 25 de agosto de 2004

Testimonio de Laura Silberman de Swiszcz

“Tal como había anunciado el Rab Darío, el acto comenzó sacando los siete Sifrei Torá de nuestro “viejo hogar” en el Seminario Rabínico. Había que cerrar puertas para abrir otras. Y así fue.

César Lerner, Marcelo Moguilevsky y Adam Feiguin nos acompañaron con su música en el traslado de los Sifrei Torá hasta la nueva casa. Los chicos de Juventud fueron los encargados de armar las tres Jupot de caña de bambú y talitim, y también ellos fueron quienes sacaron del Arón Hakodesh las Torot y las llevaron durante todo el trayecto hasta Arribeños 2355. Chicos y grandes bailamos, cantamos el nigún que tanto habíamos practicado para este momento y bajo la mirada curiosa de los vecinos, la procesión con las tres jupot avanzó por la calle Arribeños hasta ingresar a nuestra nueva casa. Allí se unieron quienes ya estaban esperándonos y seguimos bailando en el jardín, con alegría, con emoción y con mucha energía.

A las 19:00 horas se abrieron las maravillosas puertas del Templo y por primera vez cruzamos el puente de madera que lleva al amplio pasillo central al final del cual está ese increíble Arón Hakodesh, hasta ese momento aún vacío.

Con un templo lleno y con muchísimas expectativas, dio comienzo el acto formal de inauguración, con banderas de ceremonia, con el Himno Nacional Argentino y con mensajes de salutación llenos de afecto y apoyo desde todas partes del mundo.

Hubo un servicio de Arvit, el primer servicio religioso que, junto con lo que vino después, lo consagró como verdadero templo. Más tarde, en otro momento del acto, Natalio Garber y Darío plasmaron con palabras los sentimientos de todos en sus discursos.

Sin embargo, hubo dos instancias que resultan muy difíciles de describir y que quedarán para siempre grabados en las memorias de quienes allí estuvimos.

El primero fue el encendido del Ner Tamid, el fuego eterno que si D´s quiere arderá siempre sobre el Arón Hakodesh. Natalio Garber, junto a su hijo Claudio, subieron una altísima escalera y con una dulce música de fondo, encendieron la llama. El otro momento inolvidable ocurrió unos minutos más tarde, cuando entraron bajo las tres jupot sostenidas por los rabinos y seminaristas presentes, los siete Sifrei Torá.

Con toda la energía y la emoción del momento pronunciamos el Shemá Israel y luego un Shehejeianu que todavía resuena dentro de todos nosotros”.

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